El monte más alto de Grecia es el Monte Olimpo. Sus paredes de roca muy escarpadas hacen casi imposible escalarlo. Tan alto es que casi no se puede ver la cima, siempre rodeada por nubes.
Allí, en la cima del Olimpo tenían su palacio los doce dioses más importantes de los griegos. Estos, caprichosos y peleadores, manejaban a su antojo la vida de los hombres, interfiriendo en sus vidas y tomando partido por uno u otro.
Los dioses eran inmortales, esto quiere decir que no morían.
El palacio había sido construido por los Cíclopes. Los Cíclopes eran seres fabulosos, criaturas gigantes con un solo ojo en medio de la frente. Eran muy habilidosos. Se dedicaban a la construcción según las reglas del arte y a la herrería. Los Cíclopes eran muchos pero los más importantes eran tres: Arges, el que brilla, Brontes, el que truena y Estéropes, el que da el rayo. Además de construir el palacio en el monte Olimpo, ellos forjaron los rayos de Zeus y son los que le regalaron el trueno y el relámpago.
El palacio estaba construido como los palacios de los reyes. O sea que era muy grande y fastuoso. Tenía muchos departamentos para que cada uno de los dioses viviera cómodamente y un salón donde se reunía el Consejo para discutir los problemas de los hombres: a qué ejército iban a permitir ganar una batalla o a qué Rey iban a castigar, pero la mayor parte del tiempo peleaban y discutían entre ellos.
El palacio también tenía comedores, no tenía cocina porque los dioses no comían, se alimentaban de ambrosía. También había salas de armamentos, habitaciones para la servidumbre, establos para los caballos, perreras para los sabuesos y hasta un zoológico donde guardaban a sus animales sagrados. Estos incluían a un oso, un león, un loro, un águila, tigres, una vaca, una tortuga, un hurón, bueyes blancos, una lechuza, un ciervo, una cigüeña, cisnes, ratones y un estanque lleno de peces.
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